Si alguna cosa positiva tienen las crisis políticas, sociales o económicas, es que muestran claramente la calidad de nuestros gobernantes. Los hay que esconden su cabeza como un avestruz para que no se note su incompetencia. Los hay también que desvían la atención con falsas ilusiones y desmesurados eventos. Pero también los hay que afrontan de cara las dificultades convencidos que la política es algo más que la ostentación de subirse a un Ferrari azul cuando tantas personas están pasando dificultades.
Algunas veces perplejos y otras muchas indignados, asistimos al lamentable espectáculo de cómo ha afrontado la crisis económica Camps a diferencia de Zapatero. Inmerso en una crisis política e institucional sin precedentes, el president Camps se encuentra en un laberinto sin salida que ni en sus peores pesadillas hubiera imaginado. En apenas unos meses ha pasado de ser el adalid de la derecha valenciana y española a ser la representación exacta de la parálisis, el desconcierto y la desconfianza. Nunca un gobierno como el de Camps ha gozado de tanto descrédito. Y las consecuencias las pagamos todos los valencianos.
A la ya conocida nula sensibilidad del Consell a las políticas sociales, ahora se añade la dudosa capacidad política de quien tiene que liderar la Comunidad Valenciana en tiempos revueltos. Ni una sola medida social, ni una sola iniciativa legislativa y ni un solo impulso político ha surgido del Consell que preside Camps. Alguna réplica aislada a las iniciativas del gobierno de España y poco más. Ya sabemos que bastante tienen con lo suyo que, por cierto, aún les queda un largo y tortuoso camino por delante. La regeneración social, política y económica es necesaria y es posible pero, para ello, Camps debe dimitir y convocar elecciones anticipadas. La receta del PP para salvarnos de la crisis ya no sirve porque es la de siempre, propaganda, mentiras y culpar de la muerte de Manolete a Zapatero.
El gobierno de España, en cambio, ha cogido el toro por los cuernos. Es posible que los resultados no hayan sido siempre los deseados, pero a nadie se le escapa que sin la intervención de la administración Zapatero el horizonte sería mucho más negro. Se han tomado todas las medidas necesarias para mantener un clima favorable de recuperación económica. Eso sí, con una sola condición. Ni una de estas medidas van en contra de los trabajadores ni de los desempleados. Prueba de ello es que el gasto social sigue aumentando incluso en el 2010. Se puede hacer otra política a la que hace la derecha y Zapatero lo está demostrando. Ni un solo recorte social y ni una sola renuncia a los derechos que tanto ha costado conseguir para mantener el estado de bienestar actual. Así gobierna Zapatero y así gobernamos los socialistas.
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