viernes, 22 de enero de 2010

HAITÍ, VIC Y MUNILLA

El seísmo que sacudió Puerto Príncipe el pasado 12 de enero ha dejado decenas de miles de muertos, destrucción y desesperación en uno de los países más pobres del planeta.

Tras décadas de gobiernos corruptos, violencia, golpes de estado, anarquía e intervenciones militares, Haití ha tenido que sufrir también los caprichos de la madre naturaleza. Ya sabemos que la mala suerte suele cebarse con los más débiles, aunque más que una ley natural es una ley socio-cultural-histórica-racial-económica. Pero eso es otra historia.

Porque cuando el desastre es de la magnitud de lo ocurrido en Haití (y coincide que las televisiones están allí para poner las imágenes), la mala conciencia y el remordimiento globalizado sacude también el alma occidental.

Y la rueda, de nuevo, y como siempre ocurre en estos casos, vuelve a girar.

Toneladas y toneladas de ayuda humanitaria, cuentas bancarias a disposición de los damnificados, y gobiernos, ong’s o multinacionales, junto a millones de personas, dispuestos a colaborar ante la terrible visión que día a día ofrecen las pantallas de nuestros televisores de alta definición.

Sin duda que todos actuamos éticamente como corresponde, y aunque solo sea por unos instantes, nuestra condición humana adquiere su mejor cara, más racional que nunca.

Pero claro, aparecen las consabidas contradicciones morales, que siempre las hay. Y también las clásicas voces de desaprobación del espectáculo global. Y las reflexiones sobre las causas, las consecuencias, la hipocresía, el olvido, la complicidad o la responsabilidad de lo sucedido.

Y seguimos actuando racionalmente.

Los antaño invasores marines norteamericanos ahora convertidos en garantes de la llegada y distribución de la ayuda humanitaria proveniente de todos los rincones del planeta. Y los niños haitianos, tan niños y casi tan desvalidos como hace apenas unas semanas, devueltos a su condición de víctimas inocentes, son ahora objeto de especial preocupación y atención.

Y podríamos seguir y seguir. Pero todo está ya en el guión. Como escrito está que los focos se apagarán poco a poco sobre las ruinas de Haití hasta que, una vez más, el hastío y el cansancio devuelvan al olvido a unos protagonistas que nunca quisieron serlo.

Con el paso del tiempo, esta cruel realidad se transformará en doloroso pasado y poco después, en historia.

Nunca olvidaremos del todo y puede que incluso nos sirva para haber aprendido algo más sobre nosotros, sobre lo que somos y sobre lo que somos capaces o incapaces de hacer. Y hasta el obispo Munilla y el alcalde de Vic nos habrán ayudado, aunque involuntariamente, a entender mejor lo que pasa y lo que verdaderamente somos.

Como en todo guión que se precie, alguien tenía que hacer el papel de “malo”.

martes, 19 de enero de 2010

¡ SALUD !


Por diferentes motivos, históricos algunos y religiosos otros, siempre ha estado presente para los ciudadanos de Xirivella. Ahora, además, y desde hace algún tiempo, su vertiente natural, la relacionada con el buen estado físico y mental de las personas, también es objeto de debate y discusión entre la ciudadanía y se ha situado dentro del debate político y partidario de nuestra ciudad.
En primer lugar, quiero hacer constar que creo firmemente en la voluntad positiva de todos los que de una manera u otra están participando en este debate de cuidar de la salud de todos los valencianos y, especialmente, de los de Xirivella.
Dicho esto, también creo que la manera en que cada uno se enfrenta a esta cuestión es la que nos diferencia. Y, a veces, creo que demasiado. En nuestro caso, cabría preguntarse por qué se ha producido esa excesiva dispersión respecto de algo, que en principio, es bastante sencillo de diagnosticar: que la atención sanitaria de los valencianos en general ha empeorado en los últimos años. Los motivos son de diversa naturaleza, algunos difíciles de prever, pero otros son conocidos por todos y responden a decisiones tomadas conscientemente.
La primera consideración que cabría hacerse es si lo que está ocurriendo en la sanidad valenciana es muy diferente de lo que está ocurriendo con otros servicios públicos. ¿Es diferente a lo que ocurre con la educación pública? ¿O con el transporte público? ¿O con la RTVV? ¿O con la aplicación de la ley de dependencia? Por poner solamente unos ejemplos. La respuesta es clara. En los últimos años se ha producido un claro retroceso en todos y cada uno de los servicios básicos que presta la Generalitat Valenciana. Y la sanidad no iba a ser una excepción.
La entrada en funcionamiento del hospital de Manises, construido con dinero público pero gestionado por intereses privados, ha sido la gota que colma el vaso. La reestructuración del área 9 de salud a la que pertenecemos y la eliminación del centro de especialidades de Aldaia ha puesto en evidencia una situación ya de por sí delicada.
A la falta de espacio, médicos, enfermeras y personal auxiliar la única respuesta ha sido la huída hacia delante de los responsables políticos de la Conselleria de Sanidad. Si no había espacio suficiente, ¿por qué desmantelan el centro de Aldaia con tanta urgencia y ubican algunas especialidades improvisadamente en el centro de salud? ¿Por qué tanta prisa y tan poca planificación?
Aunque a muchos no les guste oírlo, lo cierto es que la única administración responsable es la del gobierno de Camps. Las demás administraciones estamos a obligados a colaborar siempre, pero no a tapar las vergüenzas de quién tiene la competencia en exclusiva. O acaso ha sido el ayuntamiento de Xirivella o Fomento quienes han provocado el problema?
La lealtad institucional comienza porque cada palo aguante su vela. Y si la sanidad es una prioridad para el PP, que lo demuestre. Pero con más médicos y enfermeras y reduciendo las listas de esperas. Lo demás son excusas.
Y las cosas pueden empeorar aún más si se cumple la reducción presupuestaria anunciada para el 2010. Lo de los 60000 euros consignados suena ya a broma pesada. Al tiempo.
Y eso que en Xirivella, otra cosa no sé, pero salud no nos falta.

miércoles, 13 de enero de 2010

GAME OVER 2.0

A finales de la década de los 90, la Comunidad Valenciana se encontraba entre las comunidades autónomas con menor fracaso escolar. Desafortunadamente para los valencianos, una década después, somos líderes en fracaso escolar. Actualmente, la tasa de fracaso escolar entre los menores de 18 años que abandonan sus estudios sin obtener el graduado de ESO, se sitúa en el 39,7%. De cada 10 alumnos valencianos, 4 no lo consiguen. Y, mientras tanto, el gobierno de Camps, entretenido en sus cosas.

Todos los gobiernos saben que la educación es la base sobre la que debe asentarse el futuro de una sociedad. La preparación y la formación de nuestros jóvenes es una de las máximas prioridades de cualquier buen gobierno. Y todos los esfuerzos que se hagan para mejorar la calidad de la educación siempre sabrán a poco.

El programa Escuela 2.0 del gobierno de España pretendía algo tan lógico en estos tiempos como es que todos los alumnos de 5º de primaria a 2º de ESO tuvieran su propio ordenador personal como herramienta de trabajo en clase y en casa. Con ello se pretende dotar a nuestros alumnos de conocimientos y herramientas claves para su desarrollo personal y profesional así como adaptar los procesos de enseñanza y aprendizaje al siglo XXI.

Hasta aquí todo parece normal e incluso deseable. Hasta que llegó el conseller de educación valenciano y una vez más, hizo una de las suyas y sin rubor alguno dijo en rueda de prensa que “el ordenador de Zapatero provoca miopía” (aunque los mejores oftalmólogos del país rápidamente lo hayan desmentido). El conseller de educación preocupado por la salud de nuestros niños? O hay algo más? Quizás sea un problema presupuestario (la Generalitat ha de financiar al 50 %) o quizás sea una cuestión ideológica (seguro que en los colegios privados y concertados que subvencionan ya disponen de ordenadores para los alumnos). En cualquier caso, Font de Mora, una vez más, se ha pasado de la raya.

Da escalofríos pensar en la política educativa que el PP implantaría a su gusto sino fuera por la firme y contundente contestación de la comunidad educativa y de la sociedad valenciana en general a las ocurrencias y disparates de Camps y Font de Mora.

Ya no pueden esconderse más ni disimular su manera de gobernar. El PP, ni quiere, ni puede, ni sabe gobernar. Pero no los subestimemos. Están haciendo lo que se espera de ellos. Ni más, ni menos. Durante algún tiempo han podido engañar a la opinión pública con los grandes eventos con los que una y otra vez han intentado alienarnos. Pero el juego se acaba.

Porque son a ellos dos, a Camps y Font de Mora, a los que hago directamente responsables de que ningún niño valenciano, entre ellos mi hijo, que cursan 5º de primaria, no puedan recibir su educación pública en un aula con pizarras digitales, acceso a internet y con su propio ordenador personal. Y su única culpa, es que en lugar de haber nacido en Galicia o Catalunya, haya tenido la mala fortuna de que su presidente y el de todos los valencianos sea Francisco Camps. Y eso, no se lo perdono a ninguno de los dos.

jueves, 7 de enero de 2010

GOBERNAR EN TIEMPOS REVUELTOS


Si alguna cosa positiva tienen las crisis políticas, sociales o económicas, es que muestran claramente la calidad de nuestros gobernantes. Los hay que esconden su cabeza como un avestruz para que no se note su incompetencia. Los hay también que desvían la atención con falsas ilusiones y desmesurados eventos. Pero también los hay que afrontan de cara las dificultades convencidos que la política es algo más que la ostentación de subirse a un Ferrari azul cuando tantas personas están pasando dificultades.

Algunas veces perplejos y otras muchas indignados, asistimos al lamentable espectáculo de cómo ha afrontado la crisis económica Camps a diferencia de Zapatero. Inmerso en una crisis política e institucional sin precedentes, el president Camps se encuentra en un laberinto sin salida que ni en sus peores pesadillas hubiera imaginado. En apenas unos meses ha pasado de ser el adalid de la derecha valenciana y española a ser la representación exacta de la parálisis, el desconcierto y la desconfianza. Nunca un gobierno como el de Camps ha gozado de tanto descrédito. Y las consecuencias las pagamos todos los valencianos.

A la ya conocida nula sensibilidad del Consell a las políticas sociales, ahora se añade la dudosa capacidad política de quien tiene que liderar la Comunidad Valenciana en tiempos revueltos. Ni una sola medida social, ni una sola iniciativa legislativa y ni un solo impulso político ha surgido del Consell que preside Camps. Alguna réplica aislada a las iniciativas del gobierno de España y poco más. Ya sabemos que bastante tienen con lo suyo que, por cierto, aún les queda un largo y tortuoso camino por delante. La regeneración social, política y económica es necesaria y es posible pero, para ello, Camps debe dimitir y convocar elecciones anticipadas. La receta del PP para salvarnos de la crisis ya no sirve porque es la de siempre, propaganda, mentiras y culpar de la muerte de Manolete a Zapatero.

El gobierno de España, en cambio, ha cogido el toro por los cuernos. Es posible que los resultados no hayan sido siempre los deseados, pero a nadie se le escapa que sin la intervención de la administración Zapatero el horizonte sería mucho más negro. Se han tomado todas las medidas necesarias para mantener un clima favorable de recuperación económica. Eso sí, con una sola condición. Ni una de estas medidas van en contra de los trabajadores ni de los desempleados. Prueba de ello es que el gasto social sigue aumentando incluso en el 2010. Se puede hacer otra política a la que hace la derecha y Zapatero lo está demostrando. Ni un solo recorte social y ni una sola renuncia a los derechos que tanto ha costado conseguir para mantener el estado de bienestar actual. Así gobierna Zapatero y así gobernamos los socialistas.