El frío y la lluvia han sido testigos mudos e invitados incómodos del último adiós a Paco. Bajo paraguas incapaces de protegernos de los cientos de recuerdos y de pensamientos que acechaban y perturbaban tu memoria, te hemos tenido con todos nosotros por última vez. A partir de ahora seguirás siendo nuestro de otra manera. Y tu recuerdo nos seguirá ayudando a vivir la vida que el destino ha preparado para cada uno de nosotros.
Nunca hubiéramos imaginado perderte así. Seguramente que ni así ni de otra manera. Pero ese corazón tuyo tan generoso con los demás, no pudo darte lo que tanto merecías, otra oportunidad para vivir. Nunca una muerte fue más inoportuna y desacertada que la tuya. Y por eso, tras sernos arrebatada tu presencia, nuestro dolor se ha convertido pronto en pena y en un grave llanto desconsolado.
No hay consuelo posible ante la muerte que en su apetito insaciable, quiso recordarnos que el polvo y la arena que fuimos y seremos no son más que un juguete en sus manos y que solo es una cuestión de capricho tanto la vida como la muerte.
No sé como aprenderemos a vivir sin ti porque solo de pensarlo el vacío se hace más y más profundo y se perpetúa el convencimiento que nada será como antes, ni la vida como la conocimos, ni nosotros como éramos.
Quizás mañana al despertar, de nuevo sintamos el fresco aliento y el inesperado latido que tanto echamos de menos aquella última madrugada que tan cerca y tan lejos juntos estuvimos.
Si no fuera así, siempre habrá alguna lagrima despistada que nos recordará que ahora somos nosotros quienes te seguiremos debiendo una.
Josep Soriano