No resultaba difícil prever que cuando la crisis económico-financiera mundial, provocada no olvidemos por la avaricia de unos pocos y por la falta de controles del capitalismo más libertino, se sintiera ligeramente aliviada de todos los males que ella misma había provocado, las cosas no iban a cambiar demasiado, al menos para los de siempre, para los más ricos y para los buitres y carroñeros del sistema. Y mientras tanto, la gran mayoría de los ciudadanos de buena parte del planeta a padecer las consecuencias.
Ya se han ido encargando algunos de cultivar nuevos valores que han crecido sobre las caducas ideologías neoliberales, sobre los presagios más pesimistas y sobre temores infundidos a base de IPC’s, PIB’s y de cualquier otro índice tan desgastado como premeditado. Presuntos nuevos valores aparentemente surgidos para cambiar todo para que así nada cambie.
Quizás sea fácil caer en la tentación en estos momentos difíciles de confundir deseo con realidad. No hay soluciones mágicas y mucho menos pueden provenir de quienes han creado el problema. Al amparo de esta confusión, propuestas deslumbrantes por su apariencia pero simplonas y ramplonas en su contenido, pueden tener su caldo de cultivo en boca de personas de dudosa honradez y de más dudosa capacitación política..
Los embistes a la convivencia democrática pueden llegar desde cualquier parte, incluso desde dentro del propio sistema que en aras de no se sabe muy bien qué legitimidad, ahora plantean recortes en el gasto social y en la ayuda a los más perjudicados por la crisis, precisamente a quienes no la han provocado.
Si de las crisis se puede esperar algo positivo, es la posibilidad de regenerarse y de resurgir de las cenizas con la firme voluntad de no cometer los mismos fallos que nos ha llevado al borde del abismo del capitalismo financiero. Si errar es de humanos, rectificar es de sabios. Pero el capitalismo globalizado y neoliberal aunque no lo sea, parece divino.
Ya se han ido encargando algunos de cultivar nuevos valores que han crecido sobre las caducas ideologías neoliberales, sobre los presagios más pesimistas y sobre temores infundidos a base de IPC’s, PIB’s y de cualquier otro índice tan desgastado como premeditado. Presuntos nuevos valores aparentemente surgidos para cambiar todo para que así nada cambie.
Quizás sea fácil caer en la tentación en estos momentos difíciles de confundir deseo con realidad. No hay soluciones mágicas y mucho menos pueden provenir de quienes han creado el problema. Al amparo de esta confusión, propuestas deslumbrantes por su apariencia pero simplonas y ramplonas en su contenido, pueden tener su caldo de cultivo en boca de personas de dudosa honradez y de más dudosa capacitación política..
Los embistes a la convivencia democrática pueden llegar desde cualquier parte, incluso desde dentro del propio sistema que en aras de no se sabe muy bien qué legitimidad, ahora plantean recortes en el gasto social y en la ayuda a los más perjudicados por la crisis, precisamente a quienes no la han provocado.
Si de las crisis se puede esperar algo positivo, es la posibilidad de regenerarse y de resurgir de las cenizas con la firme voluntad de no cometer los mismos fallos que nos ha llevado al borde del abismo del capitalismo financiero. Si errar es de humanos, rectificar es de sabios. Pero el capitalismo globalizado y neoliberal aunque no lo sea, parece divino.